La pregunta del millón, que parece que teóricamente todos sabemos la respuesta, aunque en la práctica se nos escapa algún que otro detalle. Pensando en eso, se me ocurrió que seguir publicando en este blog no tiene sentido si en realidad no tenemos claro qué tipos de energía son las que conviene usar si queremos seguir teniendo un planeta en el que vivir de forma saludable (y no es catastrofismo, créeme).
La mayor parte de nuestra electricidad proviene de centrales eléctricas que utilizan combustibles fósiles como el carbón y el petróleo. Las centrales eléctricas queman los combustibles fósiles para generar nuestra electricidad y en ese proceso se genera mucho gas de efecto invernadero, incluido el dióxido de carbono y el metano. Por eso se les llama fuentes de energía sucias. Son los gases de efecto invernadero los que están causando que la atmósfera de la Tierra se caliente, lo que los científicos nos dicen que hará que el clima cambie. Se entiende que esto causará un clima más extremo, la propagación de enfermedades y una amenaza para el hábitat de todos los seres vivos. El carbón, el petróleo y el gas son fuentes de energía no renovables porque solo podemos usar lo que está disponible y una vez que se hayan agotado, ¡eso es todo!
Ya hemos encontrado formas de aprovechar la energía del sol, el viento, las olas y el agua, entre otras cosas. Estas fuentes de energía producen solo cantidades muy pequeñas de gases de efecto invernadero una vez que están funcionando, si es que hay alguna, ¡lo que significa que son realmente limpias! También son renovables, que quiere decir que se pueden usar una y otra vez. El desafío es encontrar formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero cuando las fuentes de energía sucia se utilizan para generar energía, y desarrollar la industria de energía limpia para que suministre más y más de la energía que utilizamos.